Bio-bibliografía.

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La Línea, Cádiz, Spain
Ismael Cabezas nace en 1969 en La Línea de la Concepción (Cádiz), ciudad donde reside. Ha publicado algunos libros de poemas como "Paisaje para un ciego" (Fundación "Luis Ortega Brú", 2008), "Pisadas en la nieve sucia (Baile del Sol, 2014) y "Sutura" (Ediciones en Huida, 2015). Ha publicado poemas en revistas como "El coloquio de los perros", "Cuadeno Ático" y "Cuadernos de humo". Ha recibido diveros premios de poesía. Miembro del Instituto de Estudios Campogibraltareños. Imparte talleres de poesía en su ciudad de residencia.

viernes, 24 de febrero de 2012

La herencia bastarda de los días (1999). Prólogo de Juan Gómez Macías. 57 pgs. Cartulina verjurada con solapas. 10€.




                 IV

No suelen ser frecuentes
estos atardeceres de luz anaranjada,
que se apoderan de mi habitación
como si el mundo entero
en llamas ardiera
y debiésemos darnos el último beso.
Deseo con cierto pudor
-todo sea dicho-
escribir un poema sobre tu cuerpo
observarlo tendido en reposo,
reflexionar acerca de que partes
son más adecuadas para ciertas palabras,
ladear ligeramente tu cabeza,
escribir tal vez existencia
en unos muslos que desconozco,
bordear tus pechos
con la palabra tristeza,
restando su tersura
un poco de melancolía, 
tomar tu espalda con sagrado temor
con temblorosas letras escribir
tal vez esperanza o amor mío,
dejar que las palabras 
se fundan con tu cuerpo,
para no ser capaz de distinguir
donde acaba el poema 
y empieza tu carne.



DECLARACIÓN
                      
                      su mentirosa vida de verdades
                      OCTAVIO PAZ

Con la mísera posesión
de unas mentiras que están
llenas de verdad,
palabras que evocan el beso
de unos labios de niebla,
afirmando la inmensidad
de mi derrota,
y un puñado de viejas
metáforas gastadas por el uso,
intento vanamente construir
una sucia y burda farsa,
eso que llaman poesía.



ELUCUBRACIONES SOBRE LA AMADA
EN UNA TARDE DE INCIPIENTE VERANO

En ciertas tardes de junio,
cuando el viento comienza
levemente a arder,
y las ropas se tornan ínfimas,
entristeciéndose la mirada
con la blancura
de las piernas invernales,
discurro demenciales argucias,
llamarte de madrugada
sin motivo alguno,
cuando tu cuerpo desnudo
reposa inquieto bajo
unas ligeras sábanas,
que inútilmente intentan
ocultar tus nalgas,
o evoco para mi infortunio
el leve, casi imperceptible,
temblor de tus pechos 
al caminar,
o esa sonrisa estúpida
y hermosa a un tiempo,
que esbozas
cuando has bebido
un poco de más,
elucubrando sobre el color
pálido de tus bragas,
mientras me hablabas
y te ponías los vaqueros,
después de habernos amado
solamente
en la inmensidad de la nada.

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